lunes, 28 de noviembre de 2011

"El Aleph de Jorge Luis Borges fragmentos escogidos por Citlali Moyers Millán

La candente mañana de febrero en que Beatriz Viterbo murió, después de una imperiosa agonía que no se rebajó un solo instante ni al sentimentalismo ni al miedo, noté que las carteleras de fierro de la Plaza Constitución habían renovado no sé que aviso de cigarrillos rubios; el hecho me dolió, pues comprendí que el incesante y vasto universo ya se apartaba de ella y que ese cambio era el primero de una serie infinita.

Cambiara el universo pero yo no, pensé con melancólica vanidad; alguna vez, lo sé, mi vana devoción la había exasperado; muerta yo podía consagrarme a su memoria, sin esperanza, pero también sin humillación.

Consideré que el 30 de abril era su cumpleaños; visitar ese día la casa de la calle Garay para saludar a su padre y a Carlos Argentino Daneri, su primo hermano, era un acto cortés, irreprochable, tal vez ineludible. De nuevo aguardaría en el crepúsculo de la abarrotada salita, de nuevo estudiaría las circunstancias de sus muchos retratos.

Beatriz Viterbo, de perfil, en colores; Beatriz con antifaz en los carnavales de 1921; la primera comunión de Beatriz; Beatriz, el día de su boda con Roberto Alessandri; Beatriz, poco después del divorcio, en un almuerzo del Club Hípico, Beatriz en Quilmes, con Delia San Marco Porcel y Carlos Argentino; Beatriz, con el pekinés que le regalo Villegas Haedo; Beatriz de frente y de tres cuartos, sonriendo, la mano en el mentón.

No estaría obligado, como otras veces, a justificar mi presencia con módicas ofrendas de libros: Libros cuyas páginas, finalmente, aprendí a cortar, para no comprobar, meses después que estaban intactos.

Beatriz Viterbo murió en 1929, desde entonces; no dejé pasar un 30 de abril sin volver a su casa. Yo solía llegar a las siete y cuarto y quedarme unos veinticinco minutos; cada año aparecía un poco más tarde y me quedaba un rato más, en 1933, una lluvia torrencial me favoreció, tuvieron que invitarme a comer. No desperdicié, como es natural, ese buen precedente; en 1934 aparecí ya dadas las ocho con un alfajor santafecino; con toda naturalidad me quedé a comer. Así, en aniversarios melancólicos y vanamente eróticos, recibí las graduales confidencias de Carlos Argentino Daneri.

Carlos Argentino es rosado, considerable, canoso, de rasgos finos. Ejerce no sé que cargo subalterno en una biblioteca ilegible de los arrabales del Sur, es autoritario, pero también es ineficaz, aprovechaba hasta hace muy poco, las noches y las fiestas para no salir de su casa.
A dos generaciones de distancia, la ese italiana y la copiosa gesticulación italiana sobreviven en él. Su actividad mental es continua, apasionada, versátil y del todo insignificante. Abunda en inservibles analogías y en ociosos escrúpulos.

El 30 de abril de 1941 me permití agregar al alfajor una botella de coñac del país. Carlos Argentino lo probó, lo juzgo interesante y emprendió al cabo de unas copas, una vindicación del hombre moderno.- Tan ineptas me parecieron esas ideas, tan pomposa y tan vasta su exposición, que las relacioné inmediatamente con la literatura; le dije que por que no las escribía, previsiblemente respondió que ya lo había hecho. Esos conceptos y otros no menos novedosos, figuraban en el Canto Augural, Canto Prologal o simplemente Canto Prólogo de un poema en el que trabajaba hacía mucho, sin réclame, sin bullanga ensordecedora, siempre apoyado en esos báculos que se llaman el trabajo y la soledad…El poema se titulaba La Tierra, tratábase de una descripción del planeta…. Le rogué que me leyera un pasaje..aunque fuera breve….Abrió un cajón del escritorio, saco un alto legajo de hojas de block estampadas con el membrete de la biblioteca y leyó con sonora satisfacción….

Otras muchas estrofas me leyó que también obtuvieron su aprobación y su comentario profuso… Nada memorable había en ellas….La dicción oral de Daneri era extravagante, su torpeza métrica le vedó, salvo contadas veces, transmitir esa extravagancia al poema…Se proponía versificar toda la redondez del planeta.

Me releyó después cuatro o cinco páginas del poema….Las había corregido según un depravado principio de ostentación verbal. Donde antes escribió azulado, ahora abundaba en azulino, azulenco y hasta azulillo…Denostó con amargura a los críticos..Acto continuo censuro la prologomanía . Admitió, sin embargo, que en la portada de la nueva obra convenía el prólogo vistoso…El espaldarazo firmado por el plumífero de garra..Agregó que pensaba publicar los cantos iniciales de su poema……

A fines de octubre… Carlos Argentino me habló…. Estaba agitadísimo, no identifique su voz al principio. Con tristeza y con ira balbuceó  que iban a demoler su casa. -¡La casa de mis padres, mi casa, la vieja casa inveterada de la calle Garay!…repitió..No me resultó difícil compartir su congoja….Ya cumplidos los cuarenta años, todo cambio es un símbolo detestable del pasaje del tiempo, además se trataba de una casa que, para mí, aludía infinitamente a Beatriz…..

Con esa voz llana, impersonal, a que solemos recurrir para confiar algo muy íntimo, dijo que para terminar el poema le era indispensable la casa, pues en un ángulo del sótano había un Aleph…. Aclaró que un Aleph es uno de los puntos del espacio que contiene todos los puntos…..
-Está en el sótano del comedor- explicó aligerada su dicción por la angustia. Es mío, es mío; yo lo descubrí en la niñez… antes de la edad escolar… la escalera del sótano es empinada, mis tíos me tenían prohibido el descenso, pero alguien dijo que había un mundo en el sótano,bajé secretamente, rodé por la escalera vedada, caí.

Al abrir los ojos vi el Aleph…. ¿El Aleph? repetí –Sí, el lugar donde están sin confundirse todos los lugares del orbe, vistos desde todos los ángulos. A nadie revele mi descubrimientos, pero volví-…..No me despojarán, no y mil veces no….  Es inajenable mi Aleph

Traté de razonar,-¿pero no es muy oscuro el sótano?-…La verdad no penetra en un entendimiento rebelde, si todos los lugares de la tierra están en el Aleph, ahí estarán todas las luminarias, todas las lámparas, todos los veneros de luz, - Iré a verlo inmediatamente-….

Bastó el conocimiento de un hecho para percibir en el acto una serie de rasgos confirmatorios, antes insospechados, me asombró no haber comprendido hasta ese momento que Carlos Argentino era un loco…Todos esos Viterbo, por lo demás Beatriz (yo mismo suelo repetirlo, era una mujer, una niña de una clarividencia casi implacable, pero había en ella, negligencias, distracciones, desdenes, verdaderas crueldades, que tal vez reclamaban una explicación patológica… La locura de Carlos Argentino me colmó de maligna felicidad, íntimamente siempre nos habíamos detestado….

En la calle Garay, la sirvienta me dijo que tuviera la bondad de esperar…. Carlos entro poco después. Hablo con sequedad. Comprendí que no era capaz de otro pensamiento que de la perdición del Aleph. -Una copita del seudo coñac- ordenó y te zampuzarás en el sótano…Te acuestas en el piso de baldosas y fijas los ojos en el decimonono escalón de la pertinente escalera… Me voy, bajo la trampa y te quedas solo… A los pocos minutos ves el Aleph….  El microcosmos de alquimistas y cabalistas…..Claro esta que si no lo ves, tu incapacidad no invalida mi testimonio… Baja… muy en breve podrás entablar un dialogo con todas las imágenes de Beatriz….

Bajé con rapidez, harto de sus palabras insustanciales. Cumplí con sus ridículos requisitos; al fin se fue. Cerró cautelosamente la trampa, la oscuridad, pese a una hendija que después distinguí pudo parecerme total….súbitamente comprendí mi peligro, me había dejado soterrar por un loco, luego de tomar un veneno….Carlos, para defender su delirio, para no saber que estaba loco, tenia que matarme… sentí un confuso malestar que trate de atribuir a la rigidez y no a la operación de un narcótico…Cerré los ojos… los abrí…entonces vi el Aleph………..Empieza aquí mi desesperación de escritor. ¿Cómo transmitir a los otros el infinito Aleph?................
El problema central es irresoluble la enumeración siquiera parcial de un conjunto infinito….. en ese instante gigantesco  he visto millones de actos deleitables o atroces…ninguno me asombro como el hecho de que todos ocuparan el mismo punto… sin superposición y sin trasparencia…lo que vieron mis ojos fue simultáneo…. Lo que transcribiré, sucesivo, porque el lenguaje lo es….

En la parte inferior del escalón, hacia la derecha, vi una pequeña esfera tornasolada, de casi intolerable fulgor. Al principio la creí giratoria, luego comprendí que ese movimiento era una ilusión producida por los vertiginosos espectáculos que encerraba….. El diámetro del Aleph sería de dos o tres centímetros, pero el espacio cósmico estaba ahí, sin disminución de tamaño….

Cada cosa, era infinitas cosas, porque yo claramente la veía desde todos puntos del universo.

Vi el populoso mar, vi el alba y la tarde, vi las muchedumbres de América, vi una plateada telaraña en el centro de una negra pirámide, vi un laberinto roto (era Londres), vi interminables ojos inmediatos escrutándose en mí como en un espejo, vi todos los espejos del planeta y ninguno me reflejó, vi en un traspatio de la calle Soler las mismas baldosas que hace treinta años vi en el zaguán de una casa en Fray Bentos, vi racimos, nieve, tabaco, vetas de metal, vapor de agua, vi convexos desiertos ecuatoriales y cada uno de sus granos de arena, vi a una mujer que no olvidaré, vi la violenta cabellera, el altivo cuerpo, vi un cáncer en el pecho, vi un círculo de tierra seca en una vereda, donde antes hubo un árbol, vi un ejemplar de la primera versión inglesa de Plinio, vi a un tiempo cada letra de cada página (de chico yo solía maravillarme de que las letras de un volumen cerrado no se mezclaran y perdieran en el decurso de la noche), vi la noche y el día contemporáneo, vi un poniente en Querétaro que parecía reflejar el color de una rosa en Bengala, vi mi dormitorio sin nadie, vi en un gabinete de Alkmaar un globo terráqueo entre dos espejos que lo multiplican sin fin, vi tigres, vi todas las hormigas que hay en la tierra, vi un astrolabio persa, vi en un cajón del escritorio ( y la letra me hizo temblar ) cartas obscenas , increíbles, precisas que Beatriz había dirigido a Carlos Argentino, vi un adorado monumento en la Chacarita, vi la reliquia atroz de lo que deliciosamente había sido Beatriz Viterbo, vi la circulación de mi oscura sangre, vi el engranaje del amor y de la modificación de la muerte,vi el Aleph, desde todos los puntos, vi en el Aleph la tierra, y en la tierra vi otra vez  el Aleph y en el Aleph la tierra, vi mi cara y mis vísceras, vi tu cara, y sentí vértigo y lloré….porque mis ojos habían visto ese objeto secreto y conjetural, cuyo nombre usurpan los hombres, pero que ningún hombre ha mirado:  el inconcebible universo………

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