martes, 20 de septiembre de 2011

Economía doméstica


Les comparto este poema de Rosario Castellanos y les digo también, por qué me gusta tanto:

He aquí la regla de oro, el secreto del orden:
Tener un sitio para cada cosa
Y tener
Cada cosa en su sitio. Así arreglé mi casa.
Impecable anaquel el de los libros:
Un apartado para las novelas,
Otro para el ensayo
Y la poesía en todo lo demás.

Si abres una alacena huele a espliego
Y no confundirás los manteles de lino
Con los que se usan cotidianamente.
Y hay también la vajilla de la gran ocasión
Y la otra que se usa, se rompe, se repone
Y nunca está completa.
La ropa en su cajón correspondiente

Y los muebles guardando las distancias
Y la composición que los hace armoniosos.
Naturalmente que la superficie
(de lo que sea) está pulida y limpia.

Y es también natural
Que el polvo no se esconda en los rincones.
Pero hay algunas cosas
Que provisionalmente coloqué aquí y allá
O que eché en el lugar de los trebejos.                     
Algunas cosas. Por ejemplo, un llanto                
Que no se lloró nunca;
Una nostalgia de que me distraje,
Un dolor, un dolor del que se borró el nombre,
Un juramento no cumplido, un ansia






Que se desvaneció como el perfume
De un frasco mal cerrado
Y retazos de tiempo perdido en cualquier parte.
Esto me desazona. Siempre digo: mañana…
Y luego olvido. Y muestro a las visitas,
Orgullosa, una sala en la que resplandece
La regla de oro que me dio mi madre.

del libro En la tierra de en medio, 1972.


Este poema me gusta porque:
Me siento al revés de Rosario. Yo no tengo cada cosa en su sitio, aunque tenga un sitio para cada cosa. Tengo revueltos mis libros de poesía con los de Desarrollo Humano, los periódicos y la revista Mujer.
No tengo manteles de lino ni vajilla para la gran ocasión, es más en la gran ocasión, uso desechables.
La ropa sí, si me gusta tenerla en los cajones Y me gusta acomodarla, aunque en estos días, Mis cajones necesitan orden.
Quizá mi casa no tenga los pisos tan pulidos o haya polvo a  la vista de algún mueble, Pero lo que nunca guardo, son mis llantos, creo que los he llorado todos y seguiré llorando los que vengan.
Los juramentos no cumplidos, los eché al cesto de la basura, ya no los necesito. Pero si busco, sé que encontraré retazos de tiempo perdidos por cualquier parte.
Lo que sí tengo guardado en los trebejos, es acomodar y limpiar más. Lo que me desazona y siempre digo: mañana…Y luego olvido.
Y muestro a las visitas, orgullosa, mi casa imperfecta; En la que el amor está en el estante correcto, bien acomodado y reluciente, como la regla de oro que me dio mi madre.

Angelina Zamudio

Consulta en Desarrollo Humano: autoestima, duelos, proyecto de vida. 66-77-46-02-14,

1 comentario:

  1. Pienso que las mujeres somos hermosas y con capacidades extraordinarias y debemos luchar por nuestros sueños y no vivir a la sombra de un hombre. merecemos un lugar especial en la vida y con ellos. ojalá que este poema lo conocieran todas las mujeres y reflexionaran su situación y si viven siguiendo una regla de oro la rompieran y decidieran vivir diferente, con amor y respeto.

    ResponderEliminar